martes, 10 de julio de 2012

Beato Mariano

Del presidente Mariano Rajoy ya sabíamos que es un mentiroso, tal y como lo demuestra su alto grado de incumplimientos de promesas electorales. También que es dado a la chulería, como quedó patente cuando, en unas declaraciones que no sentaron del todo bien en el seno de la UE, afirmó haber sido él quien presionó para obtener ayudas a sector financiero. Otra cosa que ya conocíamos era su mutismo interesado, pues es dado a escurrir el bulto en los asuntos peliagudos y resistirse a comparecer aún cuando la opinión pública lo demanda. Pues bien, desde el pasado domingo 8 de julio también sabemos que es un beato.


Sólo así se explica que el mismo presidente que no ha hecho amago de dialogar con los mineros del carbón en huelga, visitar los incendios de Valencia o convocar el Debate sobre el Estado de la Nación (uno de los pilares de nuestro sistema parlamentario), en cambio haya convertido en un asunto prioritario la devolución a la catedral de Santiago de Compostela del Códice Calixtino, robado hace un año.

La recuperación de esta importante pieza del patrimonio histórico-artístico nacional es sin duda una gran noticia, eso nadie lo duda. Ahora bien, ¿tanto como para que el mismísimo presidente lo entregue en mano? Como mínimo, es una exageración. Y si lo ha hecho por su valor religioso, contraviene la laicidad del estado consagrada por nuestra Constitución, pues simbólicamente ha relacionado su cargo con una reliquia de una congregación religiosa concreta.

De todos modos, no sé por qué me alarmo, ya que de todos es sabido que la separación entre Iglesia y Estado en España es de facto inexistente. Cada vez que un alcalde sale con su bastón en una procesión de Semana Santa, está cometiendo el mismo desatino de Rajoy: someter su cargo a la autoridad del papa de Roma. Si son católicos (lo cual me parece de lo más respetable e incluso defendible), que salgan en procesión no como representantes públicos, sino como meros ciudadanos (es decir, sin portar aquellos elementos que los identifican como autoridades).

Con esta ya van dos las cagadas que denotan la cuanto menos difusa percepción que tiene Marian acerca de qué fotos debe sacarse; la primera fue acudir a la final de la Eurocopa el mismo fin de semana que se declaraba el incendio más pavoroso de la última década en Valencia (y que fue extinguido a menos de 10 kilómetros de una central nuclear: la cosa pudo haber sido muy gorda).

Ya sé que la tentación de retratarse con Casillas e Iniesta es demasiado fuerte como para dejarla pasar, pero  como ciudadano, a mí me habría encantado que el sábado hubiera anunciado que suspendía su viaje a Kiev para, en su lugar, visitar a los afectados por la catástrofe. Aunque eso hubiera sido esperar mucho, pues ya en este blog hemos hablado antes de la escasa empatía de Rajoy hacia sus ciudadanos.

Así que ya saben: cuando estalle la próxima emergencia nacional, busquen al presidente en el fútbol o en misa (o, quien sabe, también en los toros o en la siesta, todo ello muy español).

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